A vueltas con la “innovación” y el “emprendimiento”

En medio de la crisis financiera actual, parece que el debate político (y social) se centra más en los orígenes de la crisis (sector financiero, sector inmobiliario…) y en las políticas del Gobierno para paliar los efectos de la misma. Sin embargo, apenas se dedica tiempo y espacio a debatir sobre el "Modelo productivo" que nos pueda hacer salir de esta situación. Y este debate (y este discurso) tiene que ser impulsado por la propia sociedad civil y por el mundo empresarial, y no esperar a que nuestros "queridos" políticos sean los que lo pongan encima de la mesa. Porque la sociedad española se enfrenta al reto de renovar los argumentos de su competitividad. Es una evidencia que ya no podemos competir con las ventajas diferenciales que hicieron posible el crecimiento de los sesenta y setenta (costes, estabilidad). Pero es igualmente cierto que tampoco nos sirven los valores que impulsaron el crecimiento de los años noventa y principios de los 2000, animado por las ayudas comunitarias a las países más retrasados de la Unión Europea. El resorte que hoy empuja a las economías más avanzadas del mundo es la innovación y ese argumento de competitividad todavía tiene que hacerlo suyo el tejido productivo y la sociedad española. Nos encontramos lejos de cumplir con los objetivos de la Agenda de Lisboa y no sólo en innovación e I+D, sino también en iniciativa empresarial y sociedad de la información, atributos igualmente esenciales del desarrollo económico de la Sociedad del Conocimiento, todos ellos íntimamente vinculados entre sí. Y digo íntimamente vinculados porque la experiencia internacional acredita que el espíritu emprendedor, el acceso social a las nuevas tecnologías y la innovación son factores que se favorecen mutuamente y que acaban creando un círculo virtuoso del que resulta el crecimiento económico y el bienestar social. No es una mera reflexión teórica. Hay datos concretos que evidencian el modo en el que las Nuevas Tecnologías han creado un entorno favorable para los emprendedores, y que además son estos emprendedores y sus nuevas empresas de base tecnológica las responsables del impulso de la innovación en el mundo. Baste decir en este sentido que son las nuevas empresas creadas en las dos últimas décadas las que aportan el 95% de la riqueza mundial y el 81% de los nuevos puestos de trabajo, además de las responsables del 95% de las innovaciones radicales y del 50% de todas las innovaciones.

¿Por qué este retraso español en innovación y espíritu emprendedor? La casuística es variada y compleja, pero lo primero que cabría decir es que nuestro sistema educativo no produce ni una cosa ni la otra. Produce muchos licenciados e ingenieros, pero éstos, aunque reúnen la formación idónea, no se incorporan al mundo del riesgo empresarial, y cuando lo hacen, no suelen entrar en iniciativas con contenido de innovación tecnológica, es decir, en empresas de base tecnológica, sino que optan por los sectores convencionales y en no pocas ocasiones por los más especulativos y que menos valor añadido aportan al crecimiento económico. Ocurre asimismo que tenemos escasa cultura emprendedora, no sólo entre los jóvenes, sino también entre sus mayores. En general, los padres vemos con mejores ojos que nuestros hijos consigan un trabajo fijo en la administración, antes de que se arriesguen con un proyecto empresarial. La figura del emprendedor es mal comprendida. Y el fracaso empresarial está socialmente mal visto ("a quién se lo ocurre montar una empresa") cuando en otros países más emprendedores el fracaso está asumido como un riesgo posible y consustancial al empuje empresarial.

Las recetas para cambiar esta situación parecen muy sencillas sobre el papel, pero en la práctica muchas de ellas han fracasado. Se impone por tanto una reflexión urgente. Tenemos que proponernos metas colectivas como país y tenemos necesariamente que dar un gran salto hacia delante, e involucrarnos incluso individualmente, apoyando desde nuestras decisiones de consumo e inversión a los emprendedores y a las empresas que invierten en innovar.

Comentarios

  1. De acuerdo completamente. Y añado dos caracteres definitorios del empresariado español:

    .- Sorprendente la ínfima proporción de licenciados superiores entre los nuevos empresarios. Es comprensible que hace 60 años los empresarios fueran mayoritariamente gente sin estudios, pero ¿ahora?. Si se acude a las estadísticas de Seguridad Social (altas en el régimen de Autónomos) y del Registro Mercantil (nuevas sociedades) la proporción de licenciados superiores es pequeñísima, muy inferior a la proporción de estos mismos licenciados superiores entre la poblacón activa total. Por supuesto, ello conlleva una deficiente preparación del empresario que limita ya desde su origen el crecimiento, desarrollo y consolidación de la empresa. Toda gran empresa comenzó siendo un pequeño negocio.

    .- Gusto exagerado por el sector inmobiliario y la construcción. Es aberrante ver cómo una gran parte de los empresarios de éxito españoles (grandes y pequeños) terminan invirtiendo el excedente de sus empress (cuando no el producto de la venta de las mismas a grupos extranjeros) en inversiones inmobiliarias (compro para alquilar) o constructoras (compro suelo, edifico y vendo). ¿Alguien se imagina a los Ford, a los Rockefeller, a los Agnelli,... vendiendo sus fábricas para comprar edificios y alquilarlos? Pues eso es lo que hacen en España los Domecq, los Pascual, los Larios,... y por ahí seguido hasta el Sr.X que prefiere alquilar su local comercial a una gran cadena antes que explotarlo él ("porque no quiero problemas..." dice).

    Y ambos aspectos no parecen ser coyunturales, llevamos ya más de medio siglo con ellos; parecen más bien grabados a fuego en la idiosincrasia del español, parecen parte de nuestro acervo cultural.

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