Una reflexión crítica acerca de la formación

Insistíamos en nuestra ultima entrada (aunque no por ello no debemos dejar de decirlo cada vez que tengamos ocasión) que uno de los factores clave de ventaja competitiva de una empresa (y por extensión, de toda una economía) es el Factor Humano. Y también es un hecho aceptado por todos que una de las vías para mejorar la competitividad y la productividad de las personas es mediante la formación. Ello supone que en la última década el esfuerzo inversor en actividades formativas de las distintas administraciones (europea, nacional, autonómica, provincial y local) en España ha sido muy importante. Ello ha provocado el surgimiento de todo un “sector productivo” cuya finalidad ha sido la de canalizar (y aprovechar) este esfuerzo inversor. Sin embargo, muchas han sido las sombras y luces, y por ello, en estos momentos en las que nos estamos replanteando todo, es importante realizar una reflexión crítica acerca de la calidad de la formación que se ha ofertado estos años. Así, nos hemos encontrado con una oferta formativa con una serie de características, entre las que podemos destacar las siguientes:
  • Alto número de ofertas formativas “subvencionadas”. Ello ha provocado que el destinatario de la misma no valore en muchos casos la formación que se le imparte (no olvidemos que cuanto menor es el coste de algo, menos lo valoramos) y, además, no sea capaz de discriminar entre la multitud de ofertas que se le ofrecen.
  • Entrada en el sector de entidades sin capacidad suficiente para impartir dicha formación: se han creado multitud de pequeñas empresas que, a un bajo coste, ofrecen formación sobre prácticamente todo. Mucho se habla de los “chiringuitos financieros”, pero, por desgracia, también existen los “chiringuitos formativos”
  • Entrada en el sector de entidades de prestigio, cuya finalidad originaria no era la formación, pero que han utilizado la misma como vía de diversificación de su actividad (por ejemplo, Consultoras, Entidades Financieras, Cámaras de Comercio, etc.)
  • Falta de aplicación práctica de los contenidos impartidos: se da formación sobre todo y para todo, sin embargo, pocas son las experiencias que redundan en una inserción laboral del alumno o en la puesta en marcha de una iniciativa empresarial que se consolide en el tiempo
Todo ello ha provocado la aparición de una oferta formativa muy diversificada, con niveles de calidad heterogéneos y que ha provocado mucha confusión y, por qué no decirlo, despilfarro. Eso hace aun más necesario el incidir en la necesidad de contar con una de formación de calidad y excelencia, que es, a fin de cuentas, lo que la economía (y la sociedad) nos viene demandando desde hace unos años. Formación que necesariamente debería incidir en una mejora del desempeño de quien la recibe y, en consecuencia, una mayor productividad y una mayor competitividad de la empresa.

Echemos la vista atrás; pensemos en las actividades de formación en que hemos participado en estos últimos años; y preguntémonos si nos han servido para un mayor rendimiento. Y de la respuesta que demos a esta pregunta, extraigamos conclusiones para el futuro

Comentarios