Yo se...

Hoy me temo que esta entrada del Blog va a tener un tono un pelín más reivindicativo que de costumbre. Pero es que estoy hasta el gorro de ver que en este país todo el mundo sabe de fútbol, de política y..... de consultoría. Todos llevamos dentro un entrenador en potencia, un presidente del gobierno en potencia pero también un consultor en potencia. ¿O acaso no nos gusta opinar y dar consejos a los demás sobre cómo deben llevar sus empresas?

Esto es especialmente grave cuando la empresa ha contratado a un profesional (o sea, un consultor) para resolver un problema, ya sea de estrategia, de comunicación, financiero o de recursos humanos, por poner un ejemplo. Y hete aquí que el profesional hace su trabajo, le dedica tiempo y conocimiento, y cuando entrega el producto final de este trabajo se encuentra con comentarios del tipo "Es que yo tengo un amigo que dice que.....", "Mi primo, que le gusta mucho esto de Internet piensa que no, que...." Y al final se decanta por seguir el consejo del amigo o el primo antes que el del profesional. Eso sí, si luego las cosas no salen, la culpa es del consultor, al que no se ha hecho caso, no del amigo o del primo.

Me temo que esto además es generalizado y no solo ocurre con nuestro gremio. Nos quejamos mucho de la falta de profesionales, pero cuando tenemos enfrente un profesional de verdad no lo valoramos (y lo que es peor, no queremos pagarlo). Y luego pasa, lo que pasa.

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