Esta semana se celebra en Sevilla, organizado por la Junta de Andalucía, el Dia de la Persona Emprendedora. Esto me iba a dar pie a escribir sobre la figura del emprendedor. Sin embargo, buscando materiales de apoyo, me encuentro con una entrada de este blog de hace...... 4 años. Y, no se si decir "curiosamente" o "desgracidamente", más de 4 años después sigue estando vigente, ya que sigue sin abordarse el fondo de la misma. Por ese motivo, he querido recuperarla de nuevo, para "refrescar la memoria".
"En medio de la crisis
financiera actual, parece que el debate político (y social) se centra
más en los orígenes de la crisis (sector financiero, sector
inmobiliario…) y en las políticas del Gobierno para paliar los efectos
de la misma. Sin embargo, apenas se dedica tiempo y espacio a debatir
sobre el "Modelo productivo" que nos pueda hacer salir de esta
situación. Y este debate (y este discurso) tiene que ser impulsado por
la propia sociedad civil y por el mundo empresarial, y no esperar a que
nuestros "queridos" políticos sean los que lo pongan encima de la mesa.
Porque la sociedad española se enfrenta al reto de renovar los
argumentos de su competitividad. Es una evidencia que ya no podemos
competir con las ventajas diferenciales que hicieron posible el
crecimiento de los sesenta y setenta (costes, estabilidad). Pero es
igualmente cierto que tampoco nos sirven los valores que impulsaron el
crecimiento de los años noventa y principios de los 2000, animado por
las ayudas comunitarias a las países más retrasados de la Unión Europea.
El resorte que hoy empuja a las economías más avanzadas del mundo es la
innovación y ese argumento de competitividad todavía tiene que hacerlo
suyo el tejido productivo y la sociedad española. Nos encontramos lejos
de cumplir con los objetivos de la Agenda de Lisboa y no sólo en
innovación e I+D, sino también en iniciativa empresarial y sociedad de
la información, atributos igualmente esenciales del desarrollo económico
de la Sociedad del Conocimiento, todos ellos íntimamente vinculados
entre sí. Y digo íntimamente vinculados porque la experiencia
internacional acredita que el espíritu emprendedor, el acceso social a
las nuevas tecnologías y la innovación son factores que se favorecen
mutuamente y que acaban creando un círculo virtuoso del que resulta el
crecimiento económico y el bienestar social. No es una mera reflexión
teórica. Hay datos concretos que evidencian el modo en el que las Nuevas
Tecnologías han creado un entorno favorable para los emprendedores, y
que además son estos emprendedores y sus nuevas empresas de base
tecnológica las responsables del impulso de la innovación en el mundo.
Baste decir en este sentido que son las nuevas empresas creadas en las
dos últimas décadas las que aportan el 95% de la riqueza mundial y el
81% de los nuevos puestos de trabajo, además de las responsables del 95%
de las innovaciones radicales y del 50% de todas las innovaciones.
¿Por
qué este retraso español en innovación y espíritu emprendedor? La
casuística es variada y compleja, pero lo primero que cabría decir es
que nuestro sistema educativo no produce ni una cosa ni la otra. Produce
muchos licenciados e ingenieros, pero éstos, aunque reúnen la formación
idónea, no se incorporan al mundo del riesgo empresarial, y cuando lo
hacen, no suelen entrar en iniciativas con contenido de innovación
tecnológica, es decir, en empresas de base tecnológica, sino que optan
por los sectores convencionales y en no pocas ocasiones por los más
especulativos y que menos valor añadido aportan al crecimiento
económico. Ocurre asimismo que tenemos escasa cultura emprendedora, no
sólo entre los jóvenes, sino también entre sus mayores. En general, los
padres vemos con mejores ojos que nuestros hijos consigan un trabajo
fijo en la administración, antes de que se arriesguen con un proyecto
empresarial. La figura del emprendedor es mal comprendida. Y el fracaso
empresarial está socialmente mal visto ("a quién se lo ocurre montar una
empresa") cuando en otros países más emprendedores el fracaso está
asumido como un riesgo posible y consustancial al empuje empresarial.
Las recetas para cambiar esta situación parecen muy sencillas sobre el papel, pero en la práctica muchas de ellas han fracasado. Se impone por tanto una reflexión urgente. Tenemos que proponernos metas colectivas como país y tenemos necesariamente que dar un gran salto hacia delante, e involucrarnos incluso individualmente, apoyando desde nuestras decisiones de consumo e inversión a los emprendedores y a las empresas que invierten en innovar."
Parece escrito ayer, y no en 2009. ¿Qué ha pasado estos 4 años? Pues que gran parte de la sociedad sigue pensando como Unamuno: ¡Qué emprendan otros! Y mientras, seguiremos lamentándonos de la "mala suerte" que tenemos...
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